Unas
semanas antes del estreno de Gravity
en Venecia muchos vaticinaron el posible fracaso de la película en taquilla.
Con un presupuesto de 100 millones de dólares y un argumento centrado en dos
astronautas perdidos en medio del espacio, el porcentaje de riesgo para Warner
parecía excesivo. Dos meses después de su estreno, no sólo la crítica ha
respondido con entusiasmo, sino también el público, que por ahora ya ha dejado
más de 600 millones de dólares en taquilla.
Gran parte
del éxito de la película en las salas de cine está en la ejemplar utilización
del 3D y una banda sonora que combina música minimalista, silencio espacial y
composiciones épicas.
Curiosamente
el compositor de esta película no es precisamente un músico consagrado en el
cine. Aunque ha colaborado con músicos importante en películas como El señor de los anillos: Las dos torres o Batman Begins, el inglés Steven Price sólo había firmado algunas
bandas sonoras discretas (Attack the
block, Bienvenidos al fin del mundo).
Aún así, su trabajo en Gravity es
impresionante, una de las composiciones más interesantes de 2013, ganadora del Oscar a la mejor Banda Sonora.
La música logra
intensificar el terror y la admiración que provoca la visión de la inmensidad
galáctica. En temas como Debris o Don´t let go el vacío sonoro va poco a
poco siendo invadido por los ritmos tenebrosos que consiguen coreografiarse a
la perfección con las imágenes.
Otra
aportación importante es Aurora Borealis,
probablemente el tema de mayor intensidad estética insertado en una escena muy
lograda visualmente. Finalmente, son especialmente sugerentes las composiciones
finales (Shenzou y Gravity), en las que se opta por una
apoteosis musical liberadora y épica, cercana a la música de Mike Oldfield, pero manteniendo una
identidad propia sin acudir fácilmente a coros celestiales y rutinas musicales
del cine de acción.
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