Aunque la realidad virtual empieza a estar un argumento muy trillado en Black Mirror, esté capítulo de la 3ª temporada es brillante. Le sobran 10 o 15 minutos, pero en general recupera al Charlie Brooker de sus mejores episodios (Tu historia completa, Vuelvo enseguida o El momento Waldo). Es una historia con giros imprevistos, detalles de hacia dónde puede ir la tecnología moderna y un personaje atractivo en su chulesca vulnerabilidad.
El director del capítulo es Dad Tratchenberg, realizador de la muy estimable Cloverfield 10 Lane, y los dos protagonistas son Wyatt Russell (Todos queremos algo) y Hannah John-Kamen (Star Wars: El despertar de la fuerza).
El capítulo inquieta e interesa porque tiene ritmo y un guion con ciertas dosis de profundidad que se mete en varios conflictos interesantes sobre la perdida de la memoria, las alucinaciones que provienen de nuestros peores miedos, y el sentimiento de culpa como parte intocable de la personalidad. Además se agradece que en esta ocasión Charles Brooker utilice de vez en cuando la elipsis y la metáfora para ser verdaderamente sugerente.
Visualmente la serie es ingeniosa con dos partes muy diferenciadas: la realidad del turista en el mundo y la realidad del turista dentro de su mente. Las dos tienen suficiente ancho de banda para que se exploren muchas posibilidades y el espectador quede realmente sorprendido en muchas escenas.
Calificación: 8
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