Días de vinilo es de las cosas más divertidas que he visto en los últimos años. Un chiste de dos horas que una vez y otra te sorprende provocando carcajadas que salen del corazón y la inteligencia, sin hacer concesiones a otro tipo de vísceras, muy frecuentadas por parte de la comedia actual más caduca.
El tono entrañable está bien medido con esa acidez intrínseca de los verborreicos argentinos que cuando funciona es una delicia escucharles, verles en acción. La película llegará a España pronto y ya habrá tiempo de hablar de ella. Hay mucho que decir.
Mañana hablo con su director, espero que me den tiempo. Yo desde luego mañana tengo mucho que preguntar y escuchar a Gabriel Nesci (apunten este nombre), sobre cómo ha logrado tallar esta pequeña joya de extraída de esa mina sin fondo que es el cine argentino contemporáneo.
Calificación: 9
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