En el pasado Festival de Málaga tengo que reconocerlo, no vi muy buen cine. Pero hay 3 películas que hacen que merezca la pena ir ese Certamen. De la Sección Oficial sólo me quedo con la extraordinaria La piel próxima de Isaki Lacuesta. Y del resto de secciones lo mejor fueron dos TV movies.
Si el año pasado la película más interesante que vi fue Santuario, (una gran producción sobre ETA para la pequeña pantalla), en este festival hay dos películas históricas que me han entusiasmado: La Xirgu (que ya hablé de ella hace una semana) y Ebro, de la cuna a la batalla.
No sería bueno que nos acostumbrásemos a que el cine español histórico tenga recorrido dramático, perfiles con tonos grises, discursos abiertos en los que el espectador se mueva con comodidad. No hace mucho tiempo las películas sobre la guerra civil eran monótonas en su cerrada defensa de un bando republicano plural, pacífico y democrático, y en su ensañamiento hacia los nacionales, esos fascistas, golpistas, curas y monjas flageladores que se unían a nazis despiadados para arrasar todo ese vergel de libertad y progreso que era España en 1936. Libertarias, Tierra y libertad, La voz dormida, Las 13 rosas, El laberinto del fauno.... La lista sería interminable.
Ebro, de la cuna a la batalla es una película con una banda sonora magistral y generosa en su variedad y metraje que te lleva a lo largo de toda la historia. Pablo Cervantes es el compositor de todo un concierto en el que logra modular perfectamente la emoción de la película, al igual que hizo en La Xirgu, en casi toda la última filmografía de Garci (You´re the one, Tíovivo c. 1950) o en otros films valiosos como Los niños salvajes de Patricia Ferreira o Cuanto todo esté en orden de César Martínez Herrada.
Las escenas de batalla tienen un presupuesto reducido pero están resueltas con mucha creatividad, la fotografía aprovecha todos los variados paisajes de la ladera del río, y el vestuario y las localizaciones logran que sea fácil trasladarse a ese momento histórico tan concreto.
Si todos estos aspectos técnicos son importantes, la interpretación y el guión de Ebro son los hacen que esta película sea sobresaliente. Àlex Monner, a sus 21 años, ya es un actor consagrado (Héroes, Pulseras rojas, Los niños salvajes) y su papel de comunista convencido que quiere ante todo matar fascistas era un terreno pantanoso sobre el que camina con una naturalidad tremenda. Lo mismo le sucede al más protagonista de todo este reparto coral, Orio Pla (Animals, Truman) que diseña un personaje muy interesante en su evolución en el ejercito republicano. Alfonso Sánchez (El mundo es nuestro, 8 apellidos vascos) aquí deja la comedia y demuestra que también es un actor brillante haciendo drama. Enriq Aquer es un soldado por accidente, tan enclenque como entrañable, un personaje con el que al espectador le resulta muy sencillo empatizar.
También está en el reparto Emilio Palacios, otro joven intérprete que ya tiene una dilatada carrera como actor de cine y televisión (B&b, de boca en boca, El Príncipe, Rumbos, Los héroes del mal). Su personaje de católico que no quiere dejar de rezar y llevar su escapulario a pesar de haber sido alistado en el ejercito republicano es una pieza fundamental del puzzle.
El personaje de enfermera casi adolescente en el bando republicano que interpreta Kimberley Tell (Buscando el norte, Algo que celebrar) también ejerce una función de contratuerca muy necesario. Más allá de bandos, ella procura salvar vidas de seres humanos, lleven el uniforme que lleven. Todo esto hace que la película no hable de buenos y malos, sino de comportamientos humanos en medio de una batalla tan cruel como la del Ebro en que muchos murieron porque era muy jóvenes, no sabían nadar y apenas como disparar al enemigo. Incluso los personajes de Manuel Azaña (soberbio como siempre Manuel Morón) y Juan Negrín son retratados con mesura, sin caricaturizar en ningún momento sus posiciones.
Gracias al acierto en el guión tan preciso, emotivo y equilibrado de Eduard Sola y a la planificación visual de Román Parrado, la película expresa la grandeza de la batalla, la épica de soldados que no habían hecho el servicio militar, la propaganda a veces ridícula, el idealismo. Un retablo poliédrico en el que se ve los grados de ternura y crueldad que puede alcanzar el ser humano en medio de una batalla.
Ebro, al igual que otras películas españolas como Gernika, Lope, También lluvia o Encontrarás dragones y series como Isabel o Carlos, Rey Emperador demuestran que la industria del cine en nuestro país está mucho menos politizada que lo que nos muestran los Goya cada año. Y que el cine español cada vez está más a la altura de una historia de muchos siglos verdaderamente fascinante en su complejidad.
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