No me gustó la primera temporada y me ha costado empezar la segunda. Y el despropósito del primer capítulo es rotundo. Si ya era una serie pagada de sí misma y sobreactuada, ahora ha pasado a ser un culebrón en toda regla, con escenas tan postizas como la de Kevin Spacey y Kate Mara en el metro. Tampoco se queda corto el diálogo anterior a esta escena con Robin Wright ejerciendo de serpiente venenosa capaz de matar con una sola mirada a un dulce recién nacido.
Una cosa es que la política embrutezca y otra que una serie no tenga ningún tipo de matiz. Los giros de House of Cards han superado hace tiempo el voto de confianza de los que empezamos a verla por Kevin Spacey, David Fincher o simplemente por ser un producto de la innovadora Netflix.
Quizás en otros momento sería más benévolo pero estoy harto de ver series actuales que demuestran mucho más talento que esta megalómana producción. Totalmente de acuerdo con la opinión de Alberto Nahum.
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