El australiano P. J. Hogan es uno de esos directores a los que procuro seguir. Tiene más méritos que fama: su Peter Pan era mejor que el de Spielberg, e incluso que el de Disney, La boda de mi mejor amigo era una película que sabía aprovechar la luz que irradian dos astros de la comedia americana: Cameron Díaz y Julia Roberts...
Y hace unos días descubrí La boda de Muriel, su primera gran comedia dirigida en 1994 con Toni Collete pletórica de grasa y talento y Rachel Griffiths (A dos metros bajo tierra), haciendo de amiga de verdad, capaz de patear a las niñas pijas que se meten con la gordi de Muriel.
Le sobra algo de sal gruesa, pero es una comedia divertidísima con un uso muy acertado de las canciones de ABBA. Es ácida pero vital, entretenida y conmevedora. Una de esas pelis que te alegra el día y que te hace ver la importancia de los directores de segunda línea que hacen buen cine y proponen un estilo distinto.
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