El cine y la televisión de las últimas décadas ha retratado personajes homosexuales con mucha frecuencia. Generalmente, el dibujo que se hace tiene pocos matices. Puede más el mensaje que el matiz, el panfleto que el perfil detallado. Por eso ha sido una gran sorpresa encontrarme con una película que ha arrasado en la taquilla y en los premios de cine de Francia.
Guillaume y los chicos ¡a la mesa! es un autorretrato divertido, irónico pero humano y optimista de Guillaume Gallienne. Él es el auténtico motor de una película que escribe, dirige e interpreta por partida doble (hace de sí mismo y de su madre). Lo que podía ser un monólogo egocéntrico previsible se convierte en una genialidad entrañable que hace reír, emociona y hace pensar sobre si merece la pena seguir tratando la homosexualidad con tanto maniqueísmo y superficialidad.
El uso de la música es muy inteligente, así como el de los personajes secundarios complementarios y los diálogos certeros y brillantes. El ritmo de la historia es trepidante, un ejemplo de evolución dramática. Quizás se echa de menos algo más de sutileza en algún tramo de la película, pero desde luego estamos ante uno de los taquillazos más valiosos del cine francés de las últimas décadas. Muy por encima de otros éxitos más aparentes y vacíos como Bienvenidos al Norte o Intocable.
Calificación: 8
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