Después de ver Steve Jobs de Danny Boyle se entienden los problemas que ha tenido el guión de Aaron Sorkin para llegar a la gran pantalla. La película tiene diálogos certeros (especialmente en la primera media hora) y algunos excesos de parlamento (la mayoría a mitad de metraje). La alargadísima escena de discusión-flash-back-proceso reducido entre Jeff Daniels y Michael Fassbender me recordó a cuando Tarantino, Redford o Spielberg se entusiasman con un diálogo pedante y acaban siendo tediosos.
Y eso que Steve Jobs no es una mala película. Los actores están enormes y hay algunos giros geniales pero al guión de Sorkin es demasiado arrogante en las formas, un intento de querer dejar su sello por encima de la historia, que era muy buena y Walter Isaacson la había contado aún mejor en la biografía original. De Danny Boyle poco se puede decir; se mantuvo a una cierta distancia, correcta, pero no entusiasmante.
La música de Daniel Pemberton está muy lejos de ser tan intensamente atmosférica como la de Trent Reznor en La red social. En realidad todo Steve Jobs está muy lejos de esa obra maestra titulada La red social. Y eso es un problema.
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