Caperucita en la jungla

Profesora de 23 años, monísima, idealista y mega-pija llega al aula 203 de la High School Wilson. Más que una clase, la profesora de lengua Erin Gruwell se encuentra con una jaula-proyecto de integración compuesta por pandilleros, drogadictos y demás retos pedagógicos. Ante el asombro del resto de profesores que huye como de la peste de esa clase, Erin Gruwell procura escuchar y entender el porqué de su comportamiento “anti-todo”.


Que la educación es un problema importante en Estados Unidos, no hace falta que nos lo cuente ninguna película (a pesar de que ya nos lo han contado varias veces, desde la lejanas de Sydney Portier como Semilla de maldad (1955) y Rebelión en las aulas (1967) hasta la más cercana Mentes peligrosas (1996) con Michelle Pfeiffer). En este sentido, Diarios de la calle cuenta a priori con dos grandes inconvenientes: el problema que aborda es muy complejo y está ya muy trillado.

La ventaja de esta película es que tiene un guionista detrás que sabe contar historias, sugerir detalles que hacen avanzar la narración y describir personajes. Si además los actores están a la altura (no sólo la oscarizada Hillary Swank sino todo el elenco de “alumnos prodigio”, profesores quemados, etc…), la historia puede ser casi la que sea que aquello funciona, conmueve y entretiene.


Richard LaGravenese es más conocido como guionista (Erin Brockovich, La princesita ó Los puentes de Madison) que como director (De ahora en adelante). En Diarios de la calle cuenta una historia real (el guión está basado en el libro que la propia Erin escribió sobre los diarios de sus alumnos), que a veces roza el exceso de emoción pero que aporta argumentos de peso y matices de sobra para que la historia transmita veracidad y haga reflexionar al espectador. En este sentido se agradece mucho el retrato humano de los profesores que intentaron enseñar a los alumnos de la 203 y fracasaron (sensacional el retrato que borda Imelda Staunton como superiora de Erin).

La puesta en escena aprovecha los múltiples detalles narrativos que enriquecen a los personajes (el collar de niña bien de Erin, la pistola que acaricia un alumno cada vez que hay bronca o la situación de las sillas con la que los alumnos hacen su particular “apartheid”). Por último, la música dramática de Mark Isham (Crash) y rapera de will.i.am. está muy bien escogida para describir sin saturar los diferentes ambientes de la película.

Clasificación: 7,5

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