La forma de las nubes

Se presenta como una comedia basada en una historia real. Steven Russell (Jim Carrey), un estafador padre de familia que acaba en prisión donde dará rienda suelta a su hasta entonces oculta homosexualidad tras las atracción que siente por su compañero de celda, Phillip Morris (Ewan McGregor).


Debut en la dirección de los guionistas de Bad Santa y Una pandilla de pelotas, Glenn Ficarra y John Requa. Con este temible precedente hay que reconocer que Phillip Morris ¡Te quiero! supera las expectativas. Carrey y McGregor son muy grandes y consiguen disfrazar algunas de las muchas incoherencias de esta película que insiste en denominarse a sí misma como una historia real a pesar de resultar increíble. Pero es difícil creerse la “maravillosa” vida de Steven con el abandono de sus padres cuando todavía es un chaval, un accidente de coche, sus múltiples intentos de suicidio, el divorcio, el cambio que supone su posterior homosexualidad, delitos, cárcel…

Todo ello se presenta con el tono buscadamente incorrecto de películas como Kick-Ass, que en Estados Unidos ha provocado que la película aún no se haya estrenado (aunque todo pinta más bien a un retraso provocado para reservarla para los Oscar). El guión tiene momentos divertidos pero acaba pesando como una losa el marcado carácter episódico que va de aquí para allá a toda velocidad repasando las incontables mentiras que utiliza Steven para lograr estar con Phillip Morris. Los guionistas, conscientes de las múltiples trampas de la historia, intentan un salto al vacío ingenioso pero finalmente inútil. Tal como dice Steven: “Mi vida está llena de mentiras, pero mi amor por ti es lo único real que tengo”. Poco tiene ver está declaración con una muy similar recogida en el magnífico guión que John August escribió para Big Fish.



Mientras que en la obra maestra de Tim Burton el amor de Edward Bloom por su mujer y su hijo es conmovedor, generoso y responsable, aquí el supuesto amor queda bien definido por el primer encuentro en la celda de Steven con Phillip Morris. El personaje interpretado por Ewan McGregor después de una breve conversación inicial exclama: “¡Dejémonos de romanticismos! ¡Vayamos a la cama!”. Y allá que van, locos por descubrir la poesía de sus almas.

Esto es lo que da de sí Phillip Morris ¡Te quiero!, una frivolidad que muchas denominarán fresca y libre de prejuicios. Pero la película es un cúmulo de prejuicios en forma de tópicos: una vez más la esposa cristiana es la perfecta caricatura de la imbécil retrógada y tristemente esclavizada por una ideología absurda. Por el contrario, el heterosexual agnóstico que se hace gay es mucho más libre y feliz abandonando a su mujer y a sus hijos e intentando suicidarse cada vez que le da bajón o uno de sus numerosos compañeros de cama les da miedo contagiarse de SIDA y decide que esa noche nada de jueguecitos. Al juzgar por el enfoque de la película no parece haber nada criticable en que Steven se gane la vida robando a gente honrada, y que finalmente acabe provocando una brutal paliza a un enloquecido e inocente preso por el simple hecho de que da el coñazo a su Phillip Morris con inoportunos gritos a medianoche. Tampoco parece malo que Phillip Morris al salir de la cárcel pase olímpicamente de la persona que se ha jugado la vida por él. Todo lo contrario Isn´t it romantic, que diría Rod Stewart.

Y además estamos hablando de una película que no quiere influir en nadie, sólo cuenta una historia. Ni siquiera pretende ensalzar la práctica gay y volver a ganar Oscar tan "justificados" como los que Precious o Milk birlaron de manera tan “artística” a otras obras casposas y convencionales como Up in the air, 500 días juntos, District 9, An Education, Frozen River o Wall-E.


Así que nada de censurar esta ONG cinematográfica que hay que recomendar a tantos adolescentes cohibidos en materia sexual y religiosa, sin apenas libertad para pensar por sí mismos, pero plenamente maduros intelectual y afectivamente para no ser engañados por nadie que quiera aprovecharse de ellos. Es más, que la vean muchos niños que aprendan de adultos ejemplares como Steven, todo un modelo a seguir en estos inicios del siglo XXI… Sólo así tendremos un futuro luminoso como el cielo de la película, ese que aparece en el antológico plano final tapado por una nube con forma de pene (una delicada manera de cerrar una película tan inocente, educativa y bienintencionada como esta).

Calificación: 5

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