No nos esperábamos esto de Campanella. Futbolín ha gustado muy poco a la crítica y dudo que al publico, tanto infantil como adulto, le acabe de convencer. La historia tiene su originalidad en el punto de vista pero se viene abajo en un guión muy pobre, que resulta aburridísimo en un doblaje español que probablemente empeore más aún el resultado final. El cine argentino hay que escucharlo en argentino, todo lo demás es perder la esencia.
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La maldición donostierra de Campanella
No tiene suerte el director argentino con San Sebastián. Hace unos años le birlaron la Concha de Oro que merecía por El secreto de sus ojos. Ahora presenta su última película inaugurando la Sección Oficial con una cinta muy defectuosa, en la que brilla la “barata” técnica (la película siendo animada ha costado 20 millones de euros) pero en la que sorprende mucho un guión plano, errático, con exceso de plomo sin vida, de diálogos sin ingenio.
No nos esperábamos esto de Campanella. Futbolín ha gustado muy poco a la crítica y dudo que al publico, tanto infantil como adulto, le acabe de convencer. La historia tiene su originalidad en el punto de vista pero se viene abajo en un guión muy pobre, que resulta aburridísimo en un doblaje español que probablemente empeore más aún el resultado final. El cine argentino hay que escucharlo en argentino, todo lo demás es perder la esencia.
No nos esperábamos esto de Campanella. Futbolín ha gustado muy poco a la crítica y dudo que al publico, tanto infantil como adulto, le acabe de convencer. La historia tiene su originalidad en el punto de vista pero se viene abajo en un guión muy pobre, que resulta aburridísimo en un doblaje español que probablemente empeore más aún el resultado final. El cine argentino hay que escucharlo en argentino, todo lo demás es perder la esencia.
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