Dos maneras de contar qué pasó en Utoya

El atentado en la isla de Utoya el 22 de julio de 2011 tenía todos los componentes para hacer una película impactante y Paul Greengrass era el director más adecuado para llevarla al cine. Netflix ha patrocinado esta producción sobrada de metraje (casi 2 horas y media) y algo escasa de emoción. Tiene unas interpretaciones fantásticas y una edición más que discutible en momentos esenciales de climax como el abrupto final.

Aún así la historia es tan interesante que sigues el tortuoso camino de las víctimas y el terrorismo con interés. El guion de propio Greengrass sabe ampliar el arco dramático de los personajes incluyendo interrogantes sobre el sentimiento de culpa de los supervivientes, la importancia de la unidad ante el terrorismo, la soledad del asesino como una condena impagable... Podía haber llegado mucho más lejos con un poco más de atención a los detalles pero aún así es una película apreciable.

Calificación: 6´5



No será la última vez que este atentado sea tratado en el cine. Una película noruega muy distinta a 22 de julio abordará el ataque en tiempo real desde el punto de vista de los jóvenes perseguidos y tiroteados. En un sólo plano intentará transmitir ese pánico extremo al espectador


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