No es la peor de Tarantino pero...

Hace 12 años Tarantino hizo su peor película. Una macarrada en dos partes titulada Death Proof que completó Robert Rodríguez con Planet Terror (que era aún peor). Ahora presenta un cuento-homenaje-locura sobre el cine de serie B que tanto le gusta. La historia se apoya de alguna manera en un suceso real: el asesinato de Sharon Tate, actriz y mujer de Roman Polanski, que fue salvajemente apuñalada por la secta diabólica de Charles Manson.

El reparto es inmejorable y la trama es un verdadero caramelo para el creador de Reservoir Dogs, Pulp Fiction o Kill Bill. Sin embargo, esta vez coincido plenamente con Boyero: la película se hace eterna porque no tiene ninguna gracia y dura 165 minutos. No queda nada de esa inyección de adrenalina que era cada una de sus películas. Tan sólo se salvan los 20 minutos finales a los que llego agotado después de ver a gigantes como Brad Pitt, Timothy Olyphant, Di Caprio, Al Pacino o Margott Robbie encarnando a personajes minúsculos con diálogos triviales. 

Tampoco la banda sonora genera sorpresas. Muy lejos ha quedado el Tarantino que generaba magia con la aparición de grupos desconocidos que generaban escenas imborrables. En Malditos bastardos o Django desencadenado había excesos pero también genialidades. En Erase una vez en... Hollywood no hay chispa, ni brújula, sino la sensación reconocible que va a costar mucho que Quentin vuelva a ser el Tarantino que fue hace ya un par de décadas.    

Calificación: 6

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