En 2008 Juan Taratuto realizó una comedia redonda, tan graciosa como inteligente sobre el matrimonio y el paso del tiempo. Un novio para mi mujer. Fabian Brando es un actor famoso y egocéntrico, y Florencia Cormik, una actriz cuya carrera no despega. Sin apenas noviazgo se casan y, a los pocos meses, ella se dará cuenta que su esposo es un vanidoso insoportable.
Me casé con un boludo comparte mucho con la película anterior. Mismo género, tono, director, guionista y pareja protagonista. Pero nada que ver. Aunque el arranque, los actores y varias situaciones sobre el mundo del cine son muy divertidas, esta comedia no llega a destacar. Demasiado metraje y un desarrollo de personajes muy poco medido, con varios giros poco sostenibles. Faltan ingenio y acidez para que la guerra de sexos llegue a ser tan vibrante e inteligente como debería.
Valeria merecía más y el impacto de Juan Taratuto de diluye (tampoco destacó en su aburrida película anterior: La reconstrucción).
Elizabeth Taylor apenas tenía 17 años, Monty 29 y George Stevens, el director, 45. Los tres estaban en su mejor momento y eso se nota en este clásico imperecedero. Aunque tiene un final que no está a la altura, el trabajo de interpretación y la puesta en escena es tan intensa y original que la película sigue asombrando por su personalidad.
Garci le dedicó uno de sus imprescindibles programas de cine...
El cine de terror en la última década ha sido la mina más rentable de la gran industria norteamericana. Con presupuestos minúsculos, una casa y una idea original, los títulos que han logrado taquillazos inimaginables han sido muy numerosos. Insidious,The Conjuring, Paranormal activity, The Purge, La Visita, Múltiple... Y él ultimo en llegar ha sido Déjame salir, una película que tuvo la feliz coincidencia de estrenarse en el final de la era Obama con el debate racial en la pole de la opinión pública.
Los datos son increíbles. Déjame salir costó 4,5 millones de dólares y sólo en Estados Unidos ya logró 175. En España ya es nº1 en taquilla y en total en el resto del mundo en apenas unos días ya ha cosechado 55 millones.
La promoción invasiva de Internet y un tráiler muy impactante (y muy destripador de la historia todo hay que decirlo), han aprovechado una premisa terrorífica tratada con humor e ironía muy pegada a la realidad actual. La película es entretenida y cuenta con varios cambios de tercio muy sorprendentes. También la joven pareja protagonista destaca por una interpretación muy valiosa y creíble. Daniel Kaluuya (Sicario) y Allison Williams (Girls) toman la alternativa y sostienen gran parte de la película componiendo una pareja diferente de indudable química.
Gran parte de la inquietante atmósfera se debe a la siniestra y cómica música del primerizo Michael Abels, que recuerda a la mítica BSO de Bruce Broughton en El secreto de la pirámide.
Aunque la película cumple con creces lo que promete: una historia muy creativa e imprevisible, finalmente el recorrido no deja satisfecho. Hay varias trampas muy torpes en el último tercio (esa puerta abierta de un armario que desvela un secreto fundamental), algunas bromas fuera de lugar y la conclusión no da ningún tipo de trascendencia, contenido ni metáfora a unos personajes títere que van de aquí para allá sintiendo y padeciendo muy poco lo que ocurre.
Comparada con la deslumbrante Cloverfield 10 Lane, Déjame salir resulta insatisfactoria, banal y mucho menos verosímil. Y frente a las últimas de James Wan (las dos partes de The Conjuring e Insidious) la distancia es abismal. Jordan Peele, director y guionista de Get Out, MadTV, Obama y Key and Peele, tiene ingenio para crear historias pero aún le falta mucho para ser un buen cineasta de género.
El caso Sloane es una película dirigida con pulso y escrita con la acidez que requiere la historia: un thriller de poder de máxima intensidad... Y por encima de todo está Jessica Chastain, que vuelve a ser la mejor de la película y de todas las actrices de su generación. Que esta actriz no tenga todavía un Oscar es como para dejar de repartir Oscar hasta que alguien solucione esta inexplicable injusticia. Qué gran personaje y qué trabajo más colosal. Puede parecer que la brillantez de sus diálogos hace sencilla su tarea, pero nada de eso. No resultar insoportable con esa inteligencia y esa labia, y además lograr registros de vulnerabilidad es muy meritorio.
La película tiene un ritmo vertiginoso en el que colabora mucho la música de Max Reichart y los innumerables giros del argumento. John Madden logra esta vez una mayor fluidez en la historia que en sus últimos films (La deuda, El nuevo exótico Hotel Maringold). Además la mayoría de las tramas secundarias son necesarias y están bien desarrolladas.
El caso Sloane es un título más a incluir en la lista de películas y series políticas del siglo XXI que están modernizando un género que parecía haberse atascado en los años 70.
Ellis y Neckbone son dos adolescentes unidos por una fuerte amistad y un entorno familiar desafortunado. Un día conocen a Mud (Mathew McCounaghey), una especie de Robinson Crusoe que vive alejado de la civilización, amenazado de muerte y con el recuerdo constante de su amada (Reese Whiterspoon).
La crítica norteamericana ha acertado de pleno al comparar a Mud con la literatura aventurera de Mark Twain. El protagonista de esta película tiene un halo de niño perdido de la cultura del éxito norteamericana similar al que tuvieron en su día personajes como Huckleberry Finn o Tom Sawyer. El director y guionista de la película Jeff Nichols (Arkansas, 1978), ya trató una historia con ciertos paralelismo en su opera prima (Shotgun Stories, 2007). Sin embargo, la película con la alcanzaría mayor prestigio internacional fue con la apocalíptica Take Shelter en 2011 al ganar el Premio FIPRESCI en el Festival de Cannes. En todas ellas retrata seres solitarios, indefensos, salvajes e inocentes en busca de un refugio nuclear, un amigo o al menos una mirada que les proteja.
En Mud destaca la revitalización de dos actores habitualmente dedicados a la comedia capaces de estar simplemente insoportables si no se les dirige con acierto: Reese Whiterspoon (En la cuerda floja, Esto es la guerra , Ojalá fuera cierto) y Mathew McCounaguey (Novia por contrato, Como locos a por el oro, Amistad). Ella construye el personaje con la mirada, él con la voz (una insustituible y demacrada voz). Juntos protagonizan una historia de amor insólita, magníficamente sugerida en el guión del propio Nichols. El resto de actores también muestran una contención y veracidad interpretativa muy lograda, especialmente en el caso de los dos adolescentes y en el de los secundarios Sam Shephard y Ray McKinnon que aprovechan personajes escritos con una precisión milimétrica. Curiosamente el actor con un personaje menos definido es Michael Shannon, protagonista de las dos películas anteriores de Jeff Nichols.
Todo lo que cuenta Mud está narrado con un tempo lento, adecuado para unos personajes que no se desvelan a la primera línea de diálogo, que les guste esconder una rica intimidad muy bien insertada en un entorno selvático en el que hay serpientes, ríos a ninguna parte, camisas que protegen de la muerte y barcos que sobreviven con remiendos de chatarra y motores robados. La fotografía de Adam Stone (otro habitual en el equipo técnico de las películas de Nichols), da un tono realista a los paisajes, permitiendo un cierto romanticismo en detalles visuales de una lírica muy elocuentes: los atardeceres con los adolescentes montando en una vieja motocicleta, la conversación a la luz de la hoguera con Mud, el cruce de miradas entre Reese y Mathew cuando empieza a anochecer y la luna no quiere perderse el espectáculo.
Jeff Nichols también vuelve a contar con el compositor David Wingo que ya hizo una partitura muy sugestiva de piano en Take Shelter, y aquí adopta un estilo country perfectamente adecuado a la historia. Se agradece sobre todo el uso moderado de la música para mantener una coherencia con una melodía visual y narrativa muy sutil pero que te deja la sensación de haber visto personajes de carne y hueso que interesan de principio a fin.
Me quedé sin verla en San Sebastian porque hubo tan buen cine en ese festival que no pude verlo todo de golpe. Y en este caso la espera no ha disminuido mi entusiasmo ante esta opera prima de Claude Barras, un delicada animación adulta preciosa sobre unos niños a los que les han dejado sin infancia.
La vida de Calabacín dura apenas una hora pero cuenta mucho en ese tiempo. El detallismo de los paisajes y gestos es delicioso. Creo que es el mejor uso del color que he visto en stop-motion. Los últimos quince minutos componen un final que te deja sobrecogido. Una película que tardaré en olvidar. Un bombón suizo que merecidamente estuvo en la terna final de los Oscar de este año. Y que por cierto le da miles de vueltas a la aceleradísima película ganadora: Zootrópolis. Calificación: 8
Con Rachel Weisz de protagonista, Tom Wilkinson de secundario y una historia real tan abracadabrante parece sencillo hacer una buena película. Pero el cine es misterioso y Negación es tan tibia y desganada que no transmite nada de emoción. Hay una corrección en los aspectos técnicos que no es suficiente para dar algo de vida a unos personajes sin alma, mal desarrollados y explicados. Mick Jackson demuestra como director que es un cineasta plano como pocos. En su filmografía, hay mucha tele y poco cine. Eso sí, dirigió uno de los taquillazos de los 90, El guardaespaldas... Qué bónita canción y qué peli tan pequeña. Aún así hace tiempo empecé a leer un estudio sesudo y extenso de un crítico de cine que consideraba que era una de las grandes. Hay gente para todo.
El guionista es David Hare, nominado dos veces a los Oscar por el sugerente libreto de Las horas y de la muy sobrevalorada El lector.
5 años después de su espectacular opera prima (Días de vinilo), el argentino Gabriel Nesci acaba de presentar en España Casi leyendas. Protagonizada por Santiago Segura, Diego Peretti, Diego Torres y Claudia Fontán, su segunda película vuelve a tratar sus temas favoritos: la amistad y la música. Pero esta vez no hay magia.
Desde el primer momento los personajes resultan exagerados y previsibles, y la multiplicidad de gags que funcionaba de maravilla en los diálogos de su primera película, aquí son aburridos y toscos. Ni Santiago Segura haciendo de adulto Asperger, ni el gran Diego Peretti interpretando al típico perdedor separado y despeinado con ropa sin lavar, pueden dar algo de vida a una historia que languidece a marchas forzadas.
Es muy reconocible el tono positivo y nostálgico de Días de vinilo, pero poco más ha quedado de ese gran cineasta argentino que esperamos que vuelva a sorprendernos pronto. Hoy Gabriel Nesci y Messi no ganaron, pero yo seguiré en la grada, pendiente de que estos dos genios vuelvan a tirar de chistera.
Esta polémica y comentada serie de adolescentes de ese gran director y mejor guionista que es Tom McCarthy (The Visitor, Win Win, Spotlight), tiene exceso de capítulos y algunos giros muy forzados... Y no se la aconsejaría a cualquier adolescente. Pero logra momentos sensacionales, especialmente en los capítulos finales, con un reparto estupendo y algunas escenas que abofetean con justicia a una generación malcriada y egocéntrica.