Acabó
Breaking Bad. Bueno, está acabando. Pero ya sabemos el final. No hay que preocuparse; mis labios están sellados. Y además no hay nada nuevo que decir. Es como que Leo Messi marque un gol: se ha convertido en rutina. Lo de la serie de Walter White es parecido. Hace años que se instaló en las cinco estrellas y ahí seguirá por mucho años.
Una serie que más que enterrarla habrá que embalsamarla. ¡Tampoco será para tanto! Tiempo al tiempo, pero no veo nada fácil superar a la serie de Vince Gilligan.
Se nos va
Breaking Bad pero no dejan de volver series a modo de antídoto contra la nostalgia. Siguiendo a la espera de la tercera de
Sherlock, acaba de regresar
Homeland; la serie más premiada y comentada de los últimos años. Ha empezado con fuerza. Acabó de manera trepidante la segunda temporada y ha regresado con esa calma tensa que tanto fascina.
Me sigue sobrando el desquicie sexual de la protagonista (que esta vez es bochornoso, apenas un par de frases con el anónimo de turno), que no aporta nada en una serie muy significativa en casi todo lo que nos cuentan. Pero el resto es un gran comienzo. Una de esas series que no hay que perderse por demasiados motivos.
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