“Elysium”, “Oblivion” y el peligro de las tres estrellas

Tenemos un problema. Esto de la crítica de cine y las estrellas que se utilizan para calificar una película nos lleva con frecuencia a un territorio común: el planeta de las 3 estrellas. Ese lugar en el que mandamos a muchas películas con la idea de “no está mal”, aunque en el fondo lo que se entiende es que “no está bien”. En esa categoría están dos películas de ciencia ficción recientes: Oblivion y Elysium. No son dos obras maestras, pero tienen ambición, talento y un sentido del espectáculo notable.

Oblivion es del director de Tron: Legacy. Pero es mucho mejor que Tron: Legacy. Kosinsky mantiene la imaginería visual de su anterior película, algo más sencilla y eficaz esta vez, pero sube su marca individual contando con el apoyo de actores (Tom Cruise, Kurylenko, Melissa Leo) y guionistas de primera (entre los tres escritores del libreto está Michael Arndt: Pequeña Miss Sunshine, Toy Story 3). Le falta claridad narrativa y algo más de matiz a los personajes, pero la película es muy dinámica y medianamente reflexiva.

Elysium era una de esas peligrosas segundas películas de un jovencito genio que había entusiasmado con su opera prima (District 9). Ésta vez con un presupuesto más holgado (120 millones, cuatro veces más de lo que costó su anterior película), un pedazo de actor como Matt Damon de protagonista y una secundario maléfica de lujo como Jodie Foster, este director africano nos vuelve a sumergir en un clima radioactivo, en un futuro sucio e inhumano. 

La película brilla en muchos momentos y es trepidante de principio a fin. Echas de menos un par de vueltas al guión, ya que faltan matices, diálogos más elaborados y menos convencionales, tramas secundarias mejor definidas, menos tralla y más alma. Pero es una película notable, con un comienzo apoteósico y unos planos aéreos que merece la pena ver en una pantalla lo más grande posible.

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