Álvaro Longoria presentó hace unos años en San Sebastián este documental sobre Corea del Norte y por fin he podido verlo gracias a Cameo. Este director cántabro ya mostró su cercanía a los regímenes comunistas como productor de documentales tan infumables y manipuladores como Comandante de Oliver Stone, o películas como las que dirigió Steven Soderbergh sobre el Che Guevara.
En The Propaganda Game ha cuidado mucho el aspecto visual (el documental es bellísimo), y sobre todo la imparcialidad del discurso. Está claro que muestra lo que le dejan que muestre: una versión Disney de la Corea de Kim Jong-Un en la que todos tienen casas estupendas, modernas, buenos sueldos, hospitales... Pero la ventaja es que Longoria advierte de lo teledirigido de su particular ruta turística con insistencia y sentido del humor. Así el espectador puede observar como el control en los países comunistas es total: todos dicen las mismas frases, el mismo argumentario, enseñan calles impolutas y una vida tan ideal que es imposible. no sólo en Corea del Norte, sino en cualquier sitio del mundo.
Con este documental uno recuerda aquellos viajes tan preparados que hacía China o la Unión Soviética a extranjeros elegidos. Hubo algunos que pensaron que aquellos países eran maravillosos, ejemplar y exportable. Pero cuando se derribaron los muros se pudo saber la verdad de cada uno de los infiernos locales en los que había gulags, hambrunas, millones de muertos, fusilados, control exhaustivo y una pobreza masiva. Las ideologías totalitarias es lo que tienen; al expresarse son cursi y tan exageradamente románticas que tiran para atrás. Y eso se explica muy bien en un documental que da mucho que hablar por que tiene mucha riqueza de argumentos y matices, incluidas unas críticas certeras a la actuación exterior de Estados Unidos.
Calificación: 9/10
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