Una vez más hemos tenido un gran año de cine español aunque en los Goya se haya preferido apostar por nombres más que por talentos. La gran familia española de Daniel Sánchez Arévalo (11 nominaciones) y 15 años y un día de Gracia Querejeta (7) son dos películas que tienen giros, diálogos y momentos interesantes, pero ni mucho menos son películas redondas. En el caso de Gracia Querejeta me parece uno de sus peores trabajos, mientras que Sánchez Arévalo está en su línea; un director que, como diría Andrew Sarris, estaría en la categoría de cineastas que son "menos de lo que parecen" (creo que Alberto F. lo explicó muy bien en su crítica).
La nominación de David Trueba por Vivir es fácil con los ojos cerrados suena a políticamente correcta mientras que la candidatura de Manuel Martín Cuenca por Caníbal me parece plausible: es una película diferente y valiosa. Por otro lado, la opera prima de Fernando Franco que ya ha triunfó en San Sebastián ha logrado 6 nominaciones importantes. Me alegra que sea un director novel, pero me sigue resultando excesivo el reconocimiento de esta película.
Mi principal queja de las nominaciones a los Goya de este año es que la espectacular oleada de directores jóvenes que ha aparecido en 2013 haya quedado tan apartada. El único seleccionado ha sido el mejor de ellos, Rodrigo Sorogoyen, y su película Stockholm que ha logrado 3 nominaciones (mejor actriz, mejor actor revelación y director novel), un premio insuficiente para la mejor película española del año.
Se han quedado fuera Juan Cavestany y su magnífica Gente en sitios, Alejandro Marzoa y su notable opera prima Somos gente honrada, y la película más ingeniosa del año, Ilusión de Daniel Castro. Se ha perdido una gran oportunidad de relanzar estas tres grandes propuestas que demuestran que en el cine español sigue habiendo cantera con talento, que es capaz de hacer un cine muy grande con un presupuesto muy pequeño.
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