No pude verla en su estreno en el velódromo de Anoeta en el último Festival de Cine de San Sebastián, pero la espera ha merecido la pena. Después de meses viendo estupidez adolescente en televisión y películas que en mi opinión pecaban de pretensión y carecían de emoción y personajes (Drive, El árbol de la vida), Verbo ha sido para mí un auténtico antídoto. Otra firma española de trazos geniales que me sorprende por el riesgo y la eficacia de la apuesta.
Una película para adolescentes escrita en verso, con el rap de Nach como banda sonora y decorada con Graffitis. Y en medio de todo el Quijote... Verbo exige paciencia porque el mundo que recrea es minimalista, lleno de pequeños detalles significativos: el contante uso de espejos que te preguntan quién eres, la voz de la protagonista que nadie escucha bien porque habla bajito en un mundo donde los adolescentes habitualmente gritan sin decir nada, el suicidio como cáncer no declarado de una generación sin norte, el aburrimiento y la impaciencia de la mayores definidos con una mirada de desprecio hacia los jóvenes.
Chapero-Jackson confirma que acaba de subir a Primera pero que el año que viene jugará la Champions. Tiene cosas que contar y un estilo muy personal que cuida cada encuadre, cada color, cada silencio (no es de extrañar que uno de sus directores favoritos sea Víctor Erice). Por otro lado la dirección de actores es muy meritoria pues bastaría un mal gesto o una mala entonación para que la película fuese paródica. Pero no hay ningún desliz interpretativo.
Lo más asombroso es que en este salto al vacío todo funciona sin caer en el tedio y el hermetismo. Nada hay postizo en la lírica visual de Chapero-Jackson que demuestra que se puede innovar sin perder el arte de los clásicos.
Calificación: 8´5
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