Nunca ha sido Martin Scorsese mi cineasta favorito, pero El irlandés son palabras mayores. Una película que dura una eternidad que sería intolerable sino fuese una obra maestra. Lo de mantenerte en la butaca casi cuatro horas a finales de 2019 es un verdadero milagro. Me alegró ver la sala llena de espectadores que saben que la película estará solo unos días para trasladarse definitivamente a Netflix, para algunos un cementerio, para mí una isla del tesoro donde puedes encontrar sin salir de la pantalla Roma, 7 años, The Crown, Narcos, The Manhunt: Unabomber, Creedme... Y todavía habrá gente que clame contra esta plataforma.
Al Pacino y De Niro se redimen de dos décadas protagonizando juntos películas que estaban muy lejos de Heat, de su talento y filmografía. Han contado con un guionista de excepción como Steven Zaillian (La lista de Schindler, Moneyball) que ha escrito decenas de personajes prodigiosos. Porque en esta larga historia no hay escena o personaje pequeño. Sólo hay que ver a Anna Paquin, que apenas habla, pero la manera de mirar a su padre, Frank Sheeran (Robert De Niro), es el disparo más doloroso de toda la película.
Scorsese ha hecho su película más perfecta, una historia completa de la mafia en Estados Unidos que evita los excesos de su cine, que han sido muchos. Un clásico inmediato plagado de sugerencia, ingenio y sencillez artística. Si yo fuera él, cuando le den los Óscar por El irlandés (merecería 6 o 7, como poco) devolvería la estatuilla que le dieron por Infiltrados. Sería un gesto de justicia poética redentora.
Clasificación: 9
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