Me parecía imposible que la última versión cinematográfica de La Gaviota, una de las obras maestras del teatro de Chejov, fuese una mala película. Con ese repartazo, un buen presupuesto y ese texto era díficil no salir a hombros. Pero así es. Coincido plenamente lo que apuntan Jordi Costa en El País o Peter Debruge en Variety: el montaje y la planificación matan la lírica de Chejov.
La película es apresurada, entrecortada y asediada por insertos musicales desatinados. Los actores, fantásticos, acaban ahogados en un ritmo exasperante en el que el espectador no tiene la pausa necesaria para escuchar, contemplar y reflexionar sobre un texto tan complejo y fascinante. ¿Por qué a un director como Michael Mayer (Smash, Flicka, Una casa en el fin del mundo) se le encarga la versión de una obra tan intocable? Lo desconozco, pero ha sido un error evidente. No hace falta más que comparar esta película con otra versión chejoviana: Vania en la calle 42 (1994), esa obra de arte de Louis Malle y David Mamet interpretada por una gloriosa Julianne Moore.
Calificación: 5
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