Una historia real que daba para una gran película. Una película trivial que empequeñece una historia verídica. Todo el mundo hablará de ella porque ha sido rodada dos veces tras los escándalos del sustituido Kevin Spacey. Ridley Scott, en tiempo récord, ha logrado rehacer todas sus escenas con Christopher Plummer, que hace un gran trabajo por el que ha alcanzado una candidatura al Óscar como mejor actor secundario.
Hace unas semanas leí la estupenda entrevista en Imágenes al director británico de Blade Runner. En ella se jactaba de su gran capacidad de hacer cine y televisión a toda velocidad y sin grandes presupuestos. Una afirmación muy subjetiva porque en su carrera ha habido de todo, también grandes cantidades de dinero. En Todo el dinero del mundo hay que reconocer que ha sabido lidiar a su 81 años con una situación complicadísima, pero ha vuelto a hacer una de sus películas frías y sin personalidad. Es el talón de Aquiles de Ridley Scott: hace demasiado y muy pocas están al nivel de la excelencia. De sus 40 películas apenas 7 logran superar el notable: Alien, el octavo pasajero, Los duelistas, Blade Runner, La sombra del testigo, Black Hawk derribado, Gladiator y Marte.
Todo el dinero del mundo es una película extraña de un secuestro surrealista con una escena gore insoportable, ritmo aburrido y una falta de emoción y empatía de los personajes que acaba por dejarte muy fuera de lo que debería ser una tragedia. El guion tiene mucha culpa de todas estas carencias. Lo firma David Scarpa, que ya demostró sus carencias en Ultimátum a la Tierra (2008). La historia que cuenta es extraordinaria y llena de vetas a explorar, pero el guion es tan básico y tiene tan poca literatura que hace que los 132 minutos sean interminables.
Las reacciones de los personajes muchas veces resultan incomprensibles y los diálogos suenan huecos e irreales. Una peli sin alma ni ritmo que nada tiene que ver con la intensidad que promete el trailer de promoción.
Calificación: 5´5
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