Hay mucho admirador incondicional de Paul Thomas Anderson. No soy uno de ellos. Me gustó Magnolia y me agotó Pozos de ambición, un agotamiento cercano a la indignación en la primera media hora. Es evidente que es un autor, un creador al que le gusta hacer cosas distintas con la planificación y la edición de sonido, y que tiende a personajes peculiares cercanos a lo miserable.
En El hilo invisible fija su particular monóculo sobre un modisto maniático, bipolar, insoportable y genial. Daniel Day Lewis está encantado de meterse en la piel de este enfermizo personaje por el que opta a su 4º Óscar. Lo más asombroso es la desconocida Vicky Crieps, una actriz nacida en Luxemburgo que se crece como antagonista complementaria hasta robarle el protagonismo al oscarizado actor británico.
Película bellísima, selecta y delicada. Compleja y fascinante en mi opinión a la hora de retratar el amor, la empatía, el talento y la dependencia afectiva. Un mundo aparte en el que a mí me ha resultado muy sencillo disfrutar del viaje de manera instintiva, pero comprendo que haya espectadores que acaben mareados. Lo que menos me convence es el uso constante de la música que acaba por distorsionar en exceso las miradas, los gestos y maravillosos planos detalles.
Una gran muestra de cine y desde luego uno de las películas esenciales para entender la moda como arte.
Calificación: 8´5
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