Luc Besson y los bichitos de colores

Nunca me he vuelto loco por el cine de Luc Besson, aunque siempre he valorado el riesgo que asumió al ser el primer cineasta europeo en hacer cine de género y competir con Hollywood. Valerian y los ciudad de los mil planetas es su última película y todo un capricho del director francés, verdadero fan desde niño del cómic en el que está basado la historia.

El trailer no engaña a nadie.



Ha costado 177 millones de dólares, de lejos el presupuesto más caro de su filmografía, y ha sido un auténtico fiasco económico. En Estados Unidos ha recuperado sólo 40 y en todo el mundo apenas supera los 220. Eso teniendo en cuenta que 62 millones los ha ganado en China, donde los bichitos de colores les vuelven locos. Con un guion desconexo y psicodélico, los 137 minutos del metraje son insufribles.

Esta escena no tiene desperdicio.



Especialmente irritante es el jefe del puticlub interpretado por Ethan Hawke, una especie de Javier Gurruchaga con acento de Texas, o la enésima versión del sexismo más rancio protagonizado por la cantante Rihanna. Junto a ellos hay naves con muchos neones, infinitos planetas y personajes bobalicones liándose a mamporros sin ningún tipo de lógica o sentido del humor. A la lista de despropósitos se une la banda sonora de Alexandre Desplat es un despropósito to.

No he dicho nada de la pareja protagonista porque con esos diálogos hacen un trabajo encomiable por no ser totalmente ridículos.

Lo único mínimamente digno de este show de gusanoides y luces de colores es la canción final de Alexiane: un reconocimiento merecido al sufrido espectador.

Calificación: 3



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