John Carney tenía 35 años cuando rodó Once: una maravilla irlandesa de presupuesto mínimo (150.000 dólares) que logró, entre otros muchos premios, un Oscar a la mejor canción original y 20 millones en la taquilla internacional. La música volvió a ser protagonista en la más diluida Begin Again, y una vez más vuelve a ser el motor narrativo de la última película que ha escrito y dirigido.
Sing Street cuenta de la historia de un adolescente que crea un grupo para acercarse a una chica y alejarse de un hogar que es un auténtico infierno. Son tiempos de videoclips, vinilos y casettes. No hay mucho presupuesto para el glamour en la nueva banda pero lo compensan con mucha imaginación y una ilusión a prueba de bombas.
El guión aprovecha la evolución de la música de los 80 para contar la madurez de la pareja protagonista. Hay bastante humor, interpretaciones muy creíbles de actores primerizos y diálogos que desarrollan con agilidad la historia y los personajes. El metraje está muy bien ajustado, evitando en la mayoría de los casos la versión completa de las canciones (algo que suelen utilizar en demasiadas series y películas musicales para rellenar minutos).
Aunque los personajes están bien perfilados, hay un personaje excesivamente tópico y caricaturizado: el del estricto director, otro cura irlandés que maltrata sin piedad al que tiene enfrente. Un error menor en una película divertida y valiosa que logró ser una de las nominadas al Globo de Oro a la mejor comedia y musical.
Calificación: 8
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