A Pedro Almodóvar nadie le podrá negar su estética pop de innegable creatividad. Sólo los créditos y carteles de sus películas son para hacer un estudio generacional de Bellas Artes (carrera que cursó el director manchego).
Después de tres estrepitosos fracasos consecutivos en La mala educación, Los abrazo rotos, La piel que habito y Los amantes pasajeros, Almodóvar vuelve a demostrar su talento. En Julieta lo que más me gusta es que esa estética vistosa está al servicio de unos personajes pasionales pero más humanos y cercanos que en la mayoría de la filmografía almodovariana. La historia es un melodramón contenido, en el que no hay ni lagrimas ni diálogos divertidos y eficaces que hagan imposible la credibilidad de lo que se cuenta. Y eso es algo que sólo hemos podido ver en sus películas en contadas ocasiones: el magnífico final de Tacones lejanos y algunas escenas de Todo sobre mi madre, Volver o Hable con ella.
El reparto está maravilloso porque los personajes al tener más recorrido y desarrollo dramático tienen más posibilidades de modular sus emociones. Sólo hay que ver el personaje de Rossy de Palma; en otras ocasiones hubiese sido un títere más gracioso pero menos humano, cruel y desesperado.
Todavía queda por ver si Almodóvar es capaz de escribir un personaje masculino y no afeminado que no sea un mero animal de compañía, y si logra de una vez liberarse de esos clichés que empobrecen su cine: la "obsexualización" de cualquier trama dramática por pequeña que sea, el retrato tan maniqueo y simple de las creencias religiosas, y la acumulación de casualidades como motor dramático fundamental.
Con todo, Julieta me parece una de sus mejores películas. Una obra de autor y un guion equilibrado con una historia en la que en muchos tramos resulta imposible no conectar. Por último, la canción final de Chavela Vargas (verdadera musa de sus películas) es todo un acierto para cerrar la película en un clímax perfecto.
Calificación: 7´5/10
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