Watters es posiblemente el director que más éxito cosechó en los años 70 y 80 con comedias inmundas, groseras e irreverentes con toques de originalidad creativa que procuraban golpear las rutinas de un cine “setentero” demasiado anquilosado. Dentro de sus obras destacó la escandalosa Pink Flamingos (1972) y el musical Hairspray (1988), que le hizo convertirse en director de culto para los amantes del cine transgresor (entre otros Pedro Almodóvar).
Con estos precedentes Adam Shankman (director de comedias tan sositas como Doce fuera de casa, 2005, y Se armó la gorda, 2003, y de alguna que otra película interesante como Un paseo para recordar, 2002) realiza un buen “lifting” a la película de Watters manteniendo los elementos divertidos y maquillando los elementos más subversivos de la obra original. Eso sí, dejando que el propio Watters aparezca brevemente (como no, haciendo de exhibicionista en el comienzo de la película).
El resultado es una película de ritmo envidiable, que divierte y entretiene con un elenco de actores en el que sobresale la primeriza Nikki Blonsky. Con apenas 17 años, esta joven actriz borda su papel de simpática rechoncha idealista que baila con un desenfado que divierte y llena una pantalla en la que también se lucen los secundarios (todo el repertorio de jóvenes participantes junto con la casi siempre eficaz Queen Latifah y la surrealista pareja que componen Travolta y Walken).
Aparte, la película tiene unas coreografías brillantes que acompañan muy bien la historia con buenas canciones y un colorista diseño de producción que combina a la perfección con el variado vestuario de Rita Ryack.
Por si fuera poco la película tiene un arranque y un aterrizaje magistrales: un divertido inicio con Good Morning Baltimore y un final de ritmo frenético con You can´t stop the beat!
Ahora toca ver si la crítica perdonará a Shankman el pecado de hacer un “remake” desechando casi todo lo degradante, “ochentero” y panfletario (a excepción de la crítica a la religión católica) de la versión de Watters. Mi voto está claro: Este Hairspray es un grandísimo musical, mejor que el de Watters y, sobre todo, muchísimo más entretenido sin necesidad de que ningún personaje vomite ni escupa al espectador.
Calificación: 7,5/10
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