“Hablar”: arrebato de parloteo

En un único plano secuencia Joaquín Oristrell entrecruza conversaciones en el barrio de Lavapiés de Madrid. Mucho rostro conocido del cine y la televisión española. 79 minutos. El virtuosismo técnico tiene su mérito y el nivel interpretativo es sobresaliente porque los actores son magníficos, pero el guión no hay por donde salvarlo.

Los personajes y diálogos no abandonan el modo auto-escucha y apenas hay emoción en un arrebato de queja constante ante la crisis, el mundo y la vida de gente más que amargada. Egocentrismo al por mayor de personajes huecos en situaciones estiradas. Da mucha pena ver a Antonio Torres, Juan Diego Botto, Goya Toledo, Marta Etura o Raúl Arévalo con tan poco que transmitir.

Por si fuera poco hay algunas resoluciones de conflictos que recuerdan al Diario de Patricia o Gran Hermano. Y lo de Miguel Ángel Muñoz haciendo de padre de dos hijos adicto al porno hablando de sexo con su madre como si fuese la Doctora Ochoa no tiene nombre. Oristrell nunca ha sido un genio pero tenía guiones interesantes como el de Extasis (1996). Pero eso fue hace mucho tiempo.

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