El cine sobre el cine: que no nos quiten las butacas

Días de cine dedicó un reportaje al séptimo arte que habla sobre sí mismo y ya de paso aprovecho para hacer un elogio emotivo y sincero de la experiencia insustituible de ir al cine a una sala grande y óscura. Hay bastante de Woody Allen que siempre le ha gustado jugar con la ficción y la realidad. Y Ed Wood de Tim Burton. Y, cómo no, Cantando bajo la lluvia, el musical más luminoso sobre la Historia del cine.



Este vídeo me ha recordado a un texto reciente que leía en la revista en papel de Filasiete. Alfonso Méndiz cuenta la repercusión internacional que tuvo Sonrisas y Lagrimas. Estas dos anécdotas no tienen desperdicio.

En consonancia con esa respuesta, el filme despertó fe­nómenos de adhesión popular absolutamente desmedida. Hubo un señor que vio decenas de veces la pelícu­la: en el mismo cine, en la misma butaca. Años después cuan­do la sala iba a ser derruida, compró esa butaca que tanto añoraba y se la llevó a su casa.
Quizás el caso más llamativo fue el de una mujer de Ga­les que vio la película 307 veces durante los primeros nue­ve meses de exhibición. Acudía al Teatro Capitol, en Car­diff, dos veces al día y los domingos una vez. Comía en el restaurante del cine, veía la proyección de la tar­de, salía a tomar el té y volvía para la función de la no­che. Después de la visita número cincuenta y siete, la ge­rencia del teatro le dio un pase gratis para las futuras fun­ciones. Su nombre era Myra Franklin y su mayor feli­ci­dad le llegó en 1966, el día en que fue presentada a la autora del libro. En esa ocasión dijo que la película le había enseñado que el amor es lo más importante en el mundo. Cuando le preguntaron por qué veía la cinta tan a menudo, simplemente contestó: “Porque me hace sen­tir feliz”.

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