No sé quién decía que el fútbol es un deporte de once contra once en el que, al final, siempre ganan los alemanes. Parecía que esa máxima había perdido fuerza (en parte gracias a nuestra querida y denostada roja), pero no ha sido así. En el cine sucede lo mismo; cuando parece que el cine alemán ya no es lo que era aparecen 3 o 4 películas que te dejan sin aliento.
Dos vidas fue un éxito en taquilla en Alemania y aquí pasó más bien desapercibida. Pero es una gran película política. Es increíble la capacidad que tienen los alemanes de hurgar en sus propias heridas con una pulcritud y una objetividad verdaderamente asombrosas. En esta durísima película hay verdad y ritmo, documentación y personajes, arte y pensamiento.
Sólo por ver a Liv Ullman (un personaje que apenas habla, sólo mira y contiene el llanto y la cólera) ya merecería la pena ver Dos vidas. Pero es que además está portentosa Juliane Köhler (El hundimiento, En un lugar de África). Y la música y la fotografía... Es una opera prima pero hay mucha madurez en cada plano. Llegó a la final de los Oscar, pero no pudo ser. Aún así una película alemana más en la lista de grandes obras del cine político.
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