Este fin de semana he recuperado una de las primeras películas escritas por Tarantino. En este caso el director fue Tony Scott (Top Gun, Marea roja, Spy Game), cuya trabajo no gustó casi nada a Quentin. No es para menos, aunque tampoco el guión da para mucho más que para unos cuantos diálogos salvables. Y la música. Ahí sí que la película es sobresaliente. El trabajo de Hans Zimmer es insólito en una película de este tipo y ofrece un contraste optimista y romántico a la salvaje y descerebrada aventura amorosa.
La escena de Dennis Hopper-Christopher Walken con la música de la ópera Lakmé de Leo Delibes es lo mejor de la película y uno de los momentos más sensacionales de los inicios tarantinianos.
Y siempre nos quedará Elvis, protagonista idolatrada por un Christian Slater en el mejor momento de su carrera.
El final de la película suena tan bonito como efímero. Tan sumamente genial como casi toda la retórica efectista de Tarantino y Tony Scott.
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