Ni Luther, ni su nueva e insulsa novia, ni los asesinos tópicos y egocéntricos consiguen interesarte. No digamos ya la trama de asuntos internos que dirigen dos pardillos, torpes como pocos, incapaces de demostrar algo evidente: que Luther rebasa las líneas de la legalidad.
La ventaja de esta temporada es que termina con su mejor capítulo. Y cómo no, tiene que ser Alice (la mejor de la serie, capaz de estremecer a espectadores y víctimas con un alfiler o un simple tornillo) la encargada de salvar a Luther del naufragio. Hemos tenido que esperar mucho (6 capítulos, o sea, temporada y media) pero el regreso ha merecido la pena. La pelirroja tarda unos segundos en demostrar que ella sí que lo vale, que ella sí que hace interesante todo lo que toca. La manera en que Alice trata al nuevo amor de Luther es colosal. Nunca se aprenderá su nombre, ella prefiere llamarla “duendecillo”, Campanilla… En el fondo Alice parece echar en cara a todos los personajes: ¿Qué habéis hecho con mi serie? ¿No os da vergüenza ser tan insulsos?
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