Un entretenimiento con un diseño de producción muy vistoso, chavales que resultan naturales, personajes secundarios con gracia. Y 90 minutos ajustados que se agradecen. El tono exagerado de los “malos” puede rechinar pero en general la película la verán los pequeños con agrado mientras los mayores pasarán un buen rato.
Si además al crítico de cine le dejan elegir asiento con espacio vital mínimo (el pase era a las 9:30 en un desierto cine Principal), la percepción de la película es muy agradable. Por cierto, espero que alguien en algún momento prohiba ver una película desde el gallinero del 3º piso del Victoria Eugenia o en medio de una fila central del Teatro Principal. Estoy convencido que Ryan Reynolds en Buried tenía menos sensación de claustrofobia.
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