Terry Gilliam llegó al Victoria Eugenia con coleta, zapatillas y ganas de advertirnos que su película no iba a defraudar a los que adoran su extravagante genio. La prueba era difícil. Aguantar en la butaca una película de Gilliam de 107 minutos mientras España se enfrentaba a Francia en campo esloveno era una misión heroica. Y ahí estuvimos después de ver a Villeneuve. El trailer de la futurista The Zero Theorem prometía lo peor pero la verdad es que al menos esta vez Gilliam está algo más dinámico que en sus últimas astracanadas (aún recuerdo los bostezos que me produjo el Dr. Parnassus).
Ver a Christoph Waltz contener un personaje incontenible es emocionante. Y hay que reconocer que la escena de la discoteca del futuro invadida por colgados bailando a su aire cada uno con su iPad y sus auriculares es gloriosa. Pero le sigue faltando orden, concierto y mesura a un director que le encanta que el argumento se le vaya de las manos. El guion de The Zero Theorem lo firma Pat Rushin que como el mismo Gilliam ha reconocido no ha escrito en su vida un largometraje. “Ni falta que hace” debe pensar el ex Monthy Python.
Al menos hay intención de querer contar de una manera ingeniosa que la técnica nos está volviendo… Eso, un poco estúpidos. Pero eso ya nos lo ha contado mucho mejor un británico llamado Charlie Brooker en esa genialidad televisiva que es Black Mirror.
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