Una prueba de que el cine actual se está volviendo loco es que en Cannes se premie una película de Haneke titulada Amor, y en Venecia Kim Ki-duc se lleve el Leon de Oro por Piedad. Ni lo uno ni lo otro. Ni el alemán ni el surcoreano son de los que les gusta que el espectador se sienta cómodo en la butaca.
Amor ganó la Palma de Oro en Cannes y ayer inauguraba la sección Zabaltegui del Festival. Con un trío protagonista sensacional (Jean Louis Trintignant, Emmanuelle Riva e Isabelle Huppert), el director bávaro Michael Haneke cuenta la historia de un matrimonio que sufre la enfermedad degenerativa de la mujer. Es la manera de ponerse romántico del director de las crueles, certeras e incómodas Funny Games, Caché o La cinta blanca.
"¡Maldito Haneke!" decía ayer una de los periodistas que acudió al pase. No era para menos. Que tiene talento no hay duda. Inmenso talento para no dejarte indiferente, para revolcarte en la ciénaga existencial de una vejez sin sentido, para engañarte con una ternura momentánea que acaba con un golpe seco y definitivo.
Como todo lo de Haneke, Amor es muy minoritaria. Sólo accesible a los que aceptan un tempo lento, una reflexión dolorosa y un cine sin concesiones a la bondad o la empatía.
Calificación: 8
No hay comentarios:
Publicar un comentario