"El muerto y ser feliz": el rebollismo para los rebollistas

Que un artista intente agotar su especie tiene sus ventajas y sus inconvenientes. ¿Es de agradecer que un director de cine en 2012 intente hacer distinto? Depende, que dirían en la terra galega. Si esa rareza consigue ser más o menos universal se convierte en genialidad. Si no.... pues ahí los tienen. Ese grupo de directores como Wes Anderson, Jim Jarmusch y, en España, Javier Rebollo.


El director de La mujer sin piano (película aquejada de estilitis aguda según Alberto Fijo), acaba de presentar El muerto y ser feliz un ejercicio altamente metacinematográfico. Una voz en off monótona más que contar la película, persigue al espectador inocente durante todo el metraje que observa como todo se lo cuentan dos y tres veces. La voz en off (1) nos adelanta lo que vemos (2) y en muchos casos escuchamos en boca de los personajes (3). La historia es lo de menos. Tiene su gracia en algunos momentos pero a la media hora una ya está harto de tanta metanoia estilística, de personajes tan huecos y diálogos tan sacrificados en el altar de la pura (y sobre todo dura) creatividad.

Como cortometraje podía estar bien, como largo desde luego no funciona. Seguimos esperando que Rebollo nos cuente "algo". Por ahora sólo ha enseñado una forma, original desde luego, de no contarnos nada. Y los no rebollistas nos sigue gustando más que, como Ozon o Berger, nos cuenten algo original de manera original.  
  

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