No está en su mejor momento. Sus últimas películas arrastran una pereza lógica (lleva más de 40 lustros haciendo una película), que le lleva a que sus historias sean recurrentes y sus argumentos demasiados caprichosos. Pero como director y guionista lo ha sido casi todo, un antes y un después, dinamita pura en la selección de las palabras y en la creatividad de historias y personajes.
En el siguiente reportaje se descifra con mucho acierto la genialidad de este desgarbado cómico de Brooklyn que prefiere tocar el saxo que acudir a la ceremonia de los Oscar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario